La docencia en tiempos de COVID-19

En el año 2001, en “Globalización y Educación Superior en América Latina y el Caribe” (IESALC/UNESCO)  López Segrera anunciaba que las nuevas tecnologías de la información y comunicación  estaban introduciendo un nuevo paradigma en la enseñanza y el aprendizaje, “paradigma que introduce entre otros, los conceptos de “colaboración” y “enseñanza asincrónica”; que a su vez llevan en sí el germen de una verdadera revolución pedagógica, en la que las viejas estructuras inmóviles de espacio-tiempo-jerarquía habrán de explotar”.

En estos momentos, estamos insertos en un mundo mucho más complejo e interdependiente, compuesto de redes de relaciones donde cada minuto disponible se convierte en una oportunidad para realizar otra conexión. La máxima de Descartes: “pienso, luego existo”, ha sido sustituida por otra nueva: “Estoy conectado, luego existo”.

En la necesaria inserción en un mundo globalmente conectado a través de las TIC, compartimos responsabilidad individuos, organizaciones de todo tipo y gobiernos. Los factores determinantes del estado relativo de esa inserción, es utilizado consistentemente por agentes políticos y privados, para identificar fortalezas y debilidades de las naciones con relación a esa inclusión digital en el mundo.

De pronto las universidades, se vieron enfrentadas a la obligación de introducir cambios que les permitan sobrevivir a la pandemia del Covid 19, incorporando nuevos modelos educativos que satisfagan las necesidades de los alumnos y las demandas de la sociedad.

La pandemia del COVID 19 salteó varios episodios de una serie cuya final era previsible: la educación virtual u “on line”. En no más de un mes, profesores, alumnos y las instituciones de educación superior tuvieron que anticiparse a una modalidad de enseñanza-aprendizaje que tarde o temprano iba a llegar y en la que muchos venían trabajando, pero que se vislumbraba para bastante más adelante en el tiempo.

Esto requiere de ciertas prestaciones básicas para que su desarrollo pueda ser eficiente, y cumpla a cabalidad sus objetivos Todo lo que tiene que ver con la educación en ambientes virtuales de enseñanza-aprendizaje, tiene como insumo fundamental la tecnología de las comunicaciones.

Conceptos tales como conectividad, penetración, velocidad de acceso, ancho de banda, velocidad de bajada y subida, costos de conexión nos marcan nuestro nivel tecnológico y por ende la posibilidad de desarrollo de la educación virtual. La aceleración antes señalada, puso en evidencia algunas inequidades.

En el siguiente cuadro, se muestra la situación de las variables mencionadas en países de América Latina y el Caribe, donde se observa la existencia de brechas en algunos casos muy significativas, lo que condicionará la planificación de nuestras actividades educativas en entornos virtuales y los recursos a utilizar.

FUENTE: elaboración propia a partir de datos de “Estado de la banda ancha en América Latina y el Caribe”. Cepal, Observatorio Regional de Banda Ancha (2017),

(1) Porcentaje de hogares con acceso a internet sobre el total de hogares. (2) Relación entre hogares urbanos y hogares rurales con acceso a internet. (3) Penetración de banda ancha fija (BAF) por cada 100 habitantes. (4) Tarifa de BAF como porcentaje del PIB per cápita. (5) Megabit por segundo. (6) Penetración de banda ancha móvil (BAM) por cada 100 habitantes. (7) Tarifa mínima de paquetes de datos prepago de BAM. (8) Megabit por segundo.

Estos datos nos llevan a pensar que no necesariamente la mejor herramienta planeada para la reconversión de un curso de la presencialidad a un ambiente virtual de enseñanza-aprendizaje, se pueda aplicar en la realidad. Tenemos que diferenciar lo que es ideal de lo que es real; lo que podría ser de lo que es.

Por ejemplo, las clases sincrónicas por streaming tienen muchos adeptos, pero se tornan inviables si los participantes (docentes y/o alumnos) no poseen dispositivos móviles o conectividad a la hora precisa del curso.

Debemos tratar de que nuestras propuestas alcancen a la gran mayoría de nuestros estudiantes, lo que nos lleva a pensar en la utilización de celulares que tienen mayor penetración o conectividad, pero también medios tradicionales como la televisión abierta o codificada y la radio. Estos momentos demandan creatividad y flexibilidad a todos los actores involucrados universidades, gobiernos, docentes, estudiantes y familias.

Si hace unos meses alguien hubiese propuesto el dictado de cursos de forma exclusiva a través de Internet, se hubiese producido un revuelo de consecuencias inimaginables, aduciendo una gran cantidad y variedad de impedimentos: no estamos preparados tecnológicamente, no contamos con la infraestructura necesaria, carecemos de conocimientos y formación para pasar de lo presencial a lo virtual, materiales actuales poco útiles.

Pero sin aviso previo, por la urgencia de lo imprevisto del COVID 19, nos vemos envueltos en un conjunto de situaciones impensables hace unas semanas: dictamos clases online, mantenemos reuniones por video­conferencia, grabamos vídeos con nuestras explicaciones.

Los docentes han debido repensar sus planificaciones y sus actividades adaptándose a esta modalidad, obligando a una producción precipitada de nuevos materiales como guías, listas de lecturas, actividades diversas, evaluaciones.

La manera a la que las diferentes instituciones de educación superior y los docentes se han enfrentado a este desafío ha sido irregular y la falta de experiencia previa en e-learning, ha desembocado en más de una ocasión en un conjunto de prácticas no del todo convenientes.

Para quienes se están iniciando en el tema, cinco errores que se deben tratar de evitar en nuestros cursos en ambientes virtuales de enseñanza-aprendizaje:

  • hacer exactamente lo mismo que en una clase presencial, pero a través de una plataforma.
  • armar una “clase” derivado de lo anterior: el docente prepara su clase para el horario y con la duración pautada en el formato presencial. Para moderar el tránsito violento de lo presencial a lo virtual, ayuda incorporar clases sincrónicas, pero no debemos quedarnos sólo con ellas. El diseño de una clase virtual debe abarcar actividades sincrónicas y asincrónicas, la administración del tiempo es diferente, y puede abarcar cuantos formatos uno pueda imaginar.
  • desarrollar contenido: no parece lo recomendable como criterio general el desarrollo de contenidos en formatos virtuales, habiendo tanto material disponible de buena calidad académica y estética en la web. El docente debe seleccionar lo que mejor se adecue a las necesidades de sus alumnos.
  • formatos expositivos con alumnos pasivos: el neuroeducador español Francisco Mora ha insistido en que llegó la hora de “acabar con las clases de 50 minutos” el cerebro de un adulto resiste 20 minutos de concentración, luego necesita un descanso o una emoción que vuelva a despertar el interés. Las clases magistrales no es la mejor didáctica para aplicar en internet, que supone otro ritmo, otra propuesta y la concentración por tiempos más cortos. Se sabe que el alumno aprende más si está involucrado, incentivado, participativo.
  • saturar de demandas con “feedback” cero: muchos docentes se conforman con mandar diariamente sus consignas y actividades, pensando que así mantienen activos a sus alumnos. Numerosos estudios indican que el nivel de deserción en lo virtual es inversamente proporcional a la regularidad y calidad del feedback. El docente debe dedicar tanto tiempo a la preparación y proposición de actividades como a acompañar, consultar, retroalimentar o evaluar a sus alumnos.

En la coyuntura actual, hay que plantear nuevos espacios de acercamiento con nuestros estudiantes, comprender como la están pasando: ¿están agotados?,¿dónde viven?; ¿viven solos?, ¿tienen hijos?, ¿están tristes?, ¿están trabajando?, ¿cómo se sienten?, ¿qué les preocupa?, pues en este momento la humanidad es tanto o más importante que lo académico.

Este modelo educativo en entornos virtuales de aprendizaje se ha convertido en una realidad, sustentada en aspectos tecnológicos y didácticos, y más allá de la coyuntura, sólo es de esperar la expansión de su uso en el futuro. Esto implicará para los docentes, repensar su función dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje y para los estudiantes una participación colaborativa y autónoma para la construcción de su propio conocimiento.

Podemos esperar una serie de retos en términos de impacto sobre la enseñanza, el aprendizaje o la investigación creativa en la educación superior para los próximos años. Entre los más significativos tenemos:

  1. Adecuar las métricas de evaluación apropiadas que todavía no se entienden bien entre la mayoría de los responsables académicos y facultativos, creándose una laguna entre lo que es posible y lo que es aceptable.
  2. Fortalecer la formación continua en el uso didáctico de las TICE y estimular la innovación colectiva.
  3. Considerar en la formación de profesorado la alfabetización de medios digitales como competencia clave en cualquier disciplina y profesión.
  4. Fortalecer la infraestructura a través de la mejora de la cobertura de Internet, el acceso gratuito en espacios públicos y la dotación de equipamiento gratuito o con costos bajos con fines educativos.
  5. Promover la innovación en la enseñanza.
  6. Transformar el estado de la educación superior en Latinoamérica implementando nuevas pedagogías y tecnologías.
  7. Fomentar la conformación de comunidades educativas-social-culturales en redes de profesorado y alumnos de toda Latinoamérica para fomentar una mayor conciencia de la cultura cívica y las poblaciones marginalizadas y compartir las investigaciones relevantes a gran escala.
  8. Adoptar las nuevas tecnologías, superando la resistencia al cambio y el mantenimiento del statu quo.
  9. Transformar las estructuras institucionales atendiendo a modelos de la sociedad del conocimiento que favorezcan la creación de nuevos escenarios de comunicación y educación con las TICE.
  10. Incorporar de manera eficiente y eficaz las tecnologías para la docencia y la investigación.
  11. Promover el desarrollo de competencias digitales para el desarrollo de la disciplina y de la profesión con propuestas de educación formal y bien estructurada.
  12. Flexibilizar el acceso y planificar experiencias de aprendizaje ubicuo con universidades disponibles para sus estudiantes en cualquier momento y en cualquier lugar.
  13. Ofrecer tecnologías e implementar prácticas acordes a una formación personalizada y personalizable.
  14. Identificar mecanismos que estimulen y promuevan la innovación docente apoyada en las TICE.
  15. Realizar investigación educativa en educación superior, promoviendo el intercambio de buenas prácticas, debidamente documentadas y comunicadas, beneficiando tanto al docente como a la comunidad educativa.
  16. Centrar la evaluación de la innovación educativa en una cultura que añada la tecnología al modelo educativo. La idea fuerza que impregna la innovación no se concentra en «incluir» la herramienta, sino en el cambio que genera en la cultura educativa.
  17. Implementar mecanismos de apoyo a la actualización de conocimientos y competencias del mundo digital.
  18. Garantizar la competitividad y sustentabilidad de la institución educativa, ya que las presiones económicas y los nuevos modelos de educación están generando una competencia sin precedentes en los modelos tradicionales de educación universitaria.

En el marco de las medidas de acción para el cumplimiento de los objetivos de Formación y Desarrollo Profesional de los Contadores establecidos en los Estatutos de la Asociación Interamericana de Contabilidad, la Comisión Técnica Interamericana de Educación y las conclusiones de las últimas Conferencias Interamericanas de Contabilidad, está considerando entre otras, las siguientes líneas de acción en su Plan de Trabajo 2019/2021:

  • Incrementar investigaciones y estudios que guíen los procesos y buenas prácticas de la enseñanza-aprendizaje mediante el uso de internet, elaborando hipótesis sobre cómo vamos a educar en los próximos años.
  • Capacitar docentes para que adquieran las competencias básicas para el diseño de cursos y/o su gestión
  • Realizar procesos de evaluación y acreditación, tanto internos como externos, en busca de asegurar permanentemente la calidad de universidades, programas y cursos.
  • Crear o consolidar redes institucionales sinérgicas y de trabajo colaborativo entre universidades, para intercambiar experiencias y nutrirse de los avances alcanzados por cada una.

 


Mario E. Díaz Durán • Contador Público (Universidad de la República, Uruguay). Magister en Entornos Virtuales de Aprendizaje (Universidad de Panamá). Doctor (c) en Educación Basada en Competencias en el Centro Universitario Mar de Cortés (México). Presidente de la Comisión Técnica Interamericana de Educación de la Asociación Interamericana de Contabilidad (AIC)

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