Aproximacion al concepto de competencias

Por Mario E. Díaz Durán (Uruguay)

Presidente de la Comisión Técnica Interamericana de Educación de la Asociación Interamericana de Contabilidad (AIC)

 

Según la Real Academia Española, “competencia” deriva del latín “competentia” que significa pericia, aptitud, idoneidad para hacer algo o intervenir en un asunto determinado. El término comparte dos verbos cuyo significado son totalmente distintos: competer y competir.

En el primer caso, competer se deriva del verbo latino compete˘re (concordar, corresponder, coincidir, así como del sustantivo competencia y del adjetivo competente (apto, adecuado). Por su parte, competir significa pugnar con, rivalizar con, cuyo sustantivo se asocia a competición, competencia; al respecto, el adjetivo del verbo competir es competitivo.

Competencia desde la perspectiva formativa, alude al verbo competer, no tanto en relación con su contraparte, competir, la cual se refiere más a los ámbitos laborales o empresariales. No tiene nada que ver con el hecho de “competir” o hacerse competitivo. Se busca que los alumnos “competan”, por lo tanto, desarrollen sus propias aptitudes o capacidades con la intención de alcanzar un desarrollo integral a lo largo de su vida.

El concepto de competencias ha provocado numerosos debates entre dos grupos claramente diferenciados. Uno de ellos utiliza diferentes conceptos, pero se refieren a una misma realidad, el otro maneja un mismo concepto para referirse a realidades diferentes (Roegiers, 2004).

El término se empezó a estructurar en la década de los años sesenta del siglo XX bajo dos perspectivas: la psicología conductual de Skinner y la lingüística de Chomsky. En el primer caso, identificado con el enfoque del conductismo o corriente conductual, influenciado de manera significativa por las ideas del psicólogo estadounidense Burrhus Frederic Skinner, a la competencia se le considera como un comportamiento efectivo, basado en la conducta observable, efectiva y verificable de las personas.

La segunda perspectiva corresponde a las ideas vertidas por el filósofo y lingüista estadounidense Noam Chomsky, para quien la competencia lingüística se pone en acción mediante el desempeño comunicativo (Albeiro y Macías, 2005).

La profusión de definiciones, conceptos, términos y objetivos hace difícil la elección por uno de ellos, y más aún nos desconcierta muchas veces, al momento de comprender el concepto.

Según Elena Cano (2005), hay una visión empresarial de competencias que atiende la parte restringida de este enfoque, cuyo objetivo es desarrollar competencias centradas en el campo laboral con la intención de habilitar a los miembros de una organización para que sean capaces de realizar una serie de tareas de forma concreta y eficiente, por medio de la capacitación y el entrenamiento, apoyados además por técnicas o procedimientos determinados.

Desde una visión formativa, las competencias se consideran desde un encuadre más amplio, en el que junto con la reflexión y el análisis se pretende desarrollar en los alumnos un conjunto de saberes secuenciados, situados y contextualizados que incidan directamente en su formación a lo largo de su vida.

La mirada formativa de las competencias se fortaleció a partir de la década de 1980 con la consolidación mundial del movimiento constructivista, aunado a la aceptación casi unánime de los métodos cualitativos de investigación educativa. En los años noventa de ese mismo siglo, la publicación del informe de la “Comisión Internacional sobre la Educación en el siglo XXI” coordinado por Jacques Delors bajo el sello de la Unesco, “La educación encierra un tesoro”, fue el parteaguas que, aunado al reconocimiento de otros enfoques como la enseñanza situada, el desarrollo de la tecnología informática y la mirada mundial hacia el nuevo milenio delineó el trabajo de los grupos internacionales que a lo largo de estos años han sido clave en el fortalecimiento del enfoque por competencias. Lo mismo se puede decir del acuerdo tomado en 1999 en Bolonia, Italia, por los representantes del Espacio Europeo de Educación Superior, así como los diferentes proyectos internacionales, como el Tuning en Europa o el Alfa Tuning en América Latina y los proyectos Réflex y Proflex, de similar impacto, tanto en el continente europeo como en el ámbito latinoamericano, respectivamente.

Los constructivistas postulan que el aprendizaje de una competencia no puede aislarse del desarrollo de la persona, su comunidad o su entorno laboral-social. Bajo esta corriente de pensamiento se reconoce que el conocimiento se construye a partir de la propia experiencia de quien aprende, de la información que recibe y la manera como la procesa, coteja, integra, reconstruye e interpreta, pero sobre todo de cómo la comparte con los demás. En esta postura, se inscribe el constructivismo de Piaget, el neoconstructivismo, el modelo de Vygotsky, los modelos constructivistas actuales, el socioconstructivismo y el constructivismo social.

La gran variedad de clasificaciones existentes sobre las competencias dificulta su análisis. De ahí que actualmente sea común encontrar referentes a competencias académicas, actitudinales, básicas, ciudadanas, clave, cognitivas, conceptuales, de vida, digitales, docentes, en el aula, específicas, genéricas, humanas, instrumentales, interpersonales, laborales, metodológicas, procedimentales, profesionales, sistémicas, sociales, socioformativas, técnicas, tecnicoinstrumentales, umbral y de valor, entre otras.

Monereo y Pozo (2001) proponen su Decálogo del futuro, el cual consiste en una lista de diez competencias básicas deseables que todo docente tendría como obligación promover en el proceso de formación de sus estudiantes: 1) buscar para decidir, 2) leer para comprender, 3) escribir para convencer, 4) pensar en lo relevante, 5) analizar para opinar, 6) escuchar para dialogar, 7) hablar para seducir, 8) establecer empatía para compartir, 9) cooperar para triunfar, y 10) fijarse metas para superarse. Como se podrá observar, se orientan hacia un proceso de desarrollo en la búsqueda de información razonada, lectura crítica, escritura fundamentada, pensamiento complejo, análisis compartido, interés en la opinión del otro (o los otros), argumentación de ideas, genuinidad en las relaciones, así como alcance y establecimiento de metas comunes y compartidas.

Para Xavier Llopart Pérez (1997) las competencias son conjuntos de características personales y conocimientos que confieren a las personas la capacidad para desempeñar las funciones correspondientes a su ocupación de manera satisfactoria en relación a los objetivos y estrategias de la organización en que se encuentre. En esta definición encontramos conocimientos, capacidades y habilidades, actitudes y valores; que debe poseer el individuo para desarrollar su trabajo profesional en forma eficaz y eficiente, de acuerdo a las políticas de la organización en la que se desempeña.

Miguel Ángel López (2013) caracteriza competencia como un “saber de ejecución”, vinculado a un saber pensar, un saber desempeñar, un saber interpretar, así como a un saber actuar en diversos escenarios.

Phillipe Perrenoud (2008) señala que las competencias nos remiten a la acción. Por lo que una competencia es concebida como la capacidad de movilizar varios recursos cognitivos para hacer frente a un tipo de situaciones o contextos mediante la práctica. Una competencia refleja el saber hacer mediante la acción en un contexto de desempeño.

Para Xavier Roegiers (2010) una capacidad es la facultad, la aptitud para hacer algo (una actividad que se ejerce). Un contenido es un objeto de saber; un saber designa contenido. Una situación es considerada como un medio en el cual se realiza una actividad o se desarrolla un acontecimiento. Para este autor una competencia moviliza diferentes capacidades (cómo) y diversos contenidos (qué) en una situación real (contexto, para qué).

Cuando David McClelland, profesor de Psicología de la Universidad de Harvard, propuso el término competencia (Monreal, 2005), jamás se imaginó el impacto que éste tendría en los años siguientes, tanto en el ámbito empresarial como en el educativo. Para este autor competencia es el conjunto de conocimientos, actitudes y destrezas necesarias para desempeñar una ocupación.

Para Artur Parcerisa (2008) fomentar sólo el potencial de las personas o generar programas aislados para fortalecer los valores por sí solos no significa que se estén desarrollando competencias. Dice que “no es un estado ni un conocimiento que se posee. No se puede reducir a un saber o un saber hacer. Tener conocimientos y habilidades no significa ser competente” Es un proceso complejo, de largo plazo, de tipo “aspiracional”.

Para Carolina Fernández-Salinero (2006) son “estructuras complejas de procesos que las personas ponen en acción-actuación-creación orientadas a la construcción y transformación de la realidad” con el sentido de resolver problemas y realizar actividades (de la vida cotidiana y del contexto profesional), orientadas a la construcción y transformación de la realidad.

Para Joan Mateo Andrés (2008) dentro del campo de la educación, el desarrollo y adquisición de las competencias se considera como la capacidad para dar respuesta a una demanda compleja, lo que implica la movilización de un sistema complejo de acción.

Para el Proyecto Tuning (2006) los estudiantes son quienes adquieren o desarrollan las competencias a lo largo de su proceso de aprendizaje y son los profesores quienes las perfilan por medio de un proceso de planeación didáctica. Es un cambio de paradigma más que un cambio de contenidos, proponiendo un revulsivo metodológico. Prioriza el aprendizaje del estudiante, donde el profesor es visto como diseñador de espacios de aprendizaje donde se busca fomentar el saber en la acción de manera flexible y contextualizada.

La clasificación de competencias que propone ha sido adoptada por muchas universidades europeas y latinoamericanas. En este proyecto se distinguen dos tipos de competencias: competencias genéricas y específicas. A su vez, las genéricas se dividen en tres tipos: instrumentales, interpersonales y sistémicas.

A las competencias genéricas se les considera generadoras, en gran parte, del proceso de formación integral de los alumnos; también reciben el nombre de competencias transversales. Las competencias genéricas están relacionadas con tres saberes: el saber conocer, el saber ser y el saber actuar.

El saber conocer incluye los conocimientos generales y específicos de una disciplina. También se asocia al dominio de métodos y técnicas.

El saber ser involucra las actitudes y formas de actuar e interactuar con otras personas. Tiene que ver con posturas personales relacionadas con la iniciativa, la motivación y el liderazgo.

El saber actuar se vincula con la formación permanente, la planeación y ejecución creativa de un problema, un caso o un proyecto. Ayuda a contextualizar o transferir lo aprendido de una situación a otra.

Las competencias instrumentales tienen capacidades cognitivas, metodológicas, tecnológicas y lingüísticas; constituyen herramientas para el aprendizaje y la formación; son parte del dominio que el estudiante debe tener sobre el conjunto de conocimientos teóricos necesarios que sustentan una materia; relativas al por qué de tal fenómeno o cuestión o a cómo resolver determinado problema. Se definen también como las capacidades de acción relacionadas con la comprensión del contexto de actividad y la construcción, al igual que el manejo y el uso crítico del conocimiento útil.

Por otro lado, las competencias interpersonales, también conocidas como relacionales, se refieren a la capacidad de mantener una adecuada relación social y se vinculan con la colaboración y la cooperación al llevar a cabo proyectos comunes; constituyen parte de la formación integral de las personas y son relativas a con quien o quienes relacionarse. Su desarrollo facilita la conformación de equipos de trabajo multidisciplinares e interdisciplinarios en la construcción y aplicación de conocimientos, así como en la planeación de proyectos

Por último, las competencias sistémicas se vinculan con la capacidad de alcanzar una visión de conjunto e implican la comprensión, conocimiento y sensibilidad de las personas. Se les considera como la capacidad para actuar de manera flexible y tener disposición de cambio ante la presencia de nuevas situaciones; son vistas como la aplicación práctica y operativa del conocimiento ante ciertas situaciones.

Las competencias específicas tienen que ver con el conocimiento concreto de cada área temática.

En todos los casos es notoria una conceptualización similar tendiente a un objetivo común: el cambio y la transformación del papel que los docentes y los estudiantes juegan en la formación que reclama la sociedad del conocimiento en la que hoy vivimos.

Se incorpora un concepto muy importante: las competencias se forman en varias unidades del curso y pueden ser evaluadas en diferentes etapas. Las competencias sirven como punto de partida para el diseño de currículos y de evaluación, para lograr programas de estudios comparables. Algunos autores como Hyland (2006) y Hager (2006), afirman que el Proyecto Tuning equipara en forma equivocada resultados de aprendizaje con competencias, asignando a éstas una objetividad falsa.

En el Proyecto Tuning para América Latina, se entiende la competencia como una combinación de atributos con respecto al conocimiento y sus aplicaciones, aptitudes, destrezas y responsabilidades que describen el nivel o grado de suficiencia con que una persona es capaz de desempeñarla. Como vemos, esta definición considera tres componentes: conocimientos, capacidades y habilidades.

Según la Federación Internacional de Contadores (IFAC) el contenido de un programa de educación profesional contable apoya al contador en el desarrollo de la competencia profesional apropiada, que es la integración y la aplicación de:

(a) competencia técnica: capacidad de aplicar el conocimiento profesional para desempeñar un rol, en un estándar específico. 

(b) capacidades profesionales: conformada por capacidades (a) intelectuales, (b) interpersonales y de comunicación, (c) personales, y (d) organizacionales, que un contador profesional integra con competencia técnica y valores profesionales, ética y actitud para demostrar su competencia profesional, y

(c) valores profesionales, ética y actitud: comportamiento y las características que identifican a los contadores profesionales como miembros de una profesión.

La educación media superior y la superior han puesto énfasis en el desarrollo de las competencias genéricas de sus estudiantes. Además de dar a conocer estrategias educativas innovadoras, se ha enfocado en la identificación, construcción y desarrollo de competencias, así como en el diseño e implementación de prácticas docentes centradas en el estudiante.

El enfoque de formación por competencias fundamenta la calidad educativa y no se concentra en un único y exclusivo paradigma de aprendizaje. Por el contrario, permite establecer relaciones entre elementos teóricos con los prácticos, dando sentido al desarrollo profesional y a la necesaria actualización académica.

La educación orientada a competencias se focaliza en el individuo considerando sus necesidades, estilos de aprendizaje y potencialidades que le permitan manejar con eficacia las destrezas requeridas por su profesión.

Aparece entonces la competencia, como una combinación de capacidades, habilidades, conocimientos, actitudes, valores y conductas que proporciona a una persona el potencial para resolver situaciones concretas.

Los programas de estudio deben definir los conocimientos que los estudiantes deben adquirir para poder desarrollar las habilidades requeridas. Asimismo, los programas deben incluir actividades, dentro y fuera del aula, que buscan desarrollar los conocimientos, habilidades y actitudes requeridas para alcanzar el perfil de egreso.

En general, las competencias deben ser conductas observables y evaluables. Por ello, deberá ser evaluado el desempeño y la conducta de los estudiantes, para verificar que:

(1) demuestren, durante las evaluaciones de conocimientos, haber incorporado los conocimientos teóricos requeridos;

(2) durante las tareas que se le asignan, dentro y fuera del aula, evidencien haber adquirido las habilidades para llevar a la práctica los conocimientos teóricos que posee; y

(3) demuestren, en todo momento, que han incorporado los hábitos conductuales (actitudes) que necesitará para desempeñarse eficientemente en el área empresarial.

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